TESTIMONIO
Estaba un día sentado (o
estaba parado, o levitando topado al techo, o zopiando en el limpisimo baño, no recuerdo con claridad ese detalle) en BAR-TOLINAS en la ZONA ROSA cuando de repente me golpeo una gran talega colosal, que divino, que
sentimiento de paz indescriptible con palabras, es solo un sentimiento y ya esta. Entonces
unos enanitos muy raros salieron de entre el piso y me invitaban a seguir chupando y se
sacaron media caja de Pilsener, 4 Regias, y 6
shots de Tequila, de los cuales recuerdo entre tinieblas haberme tomado 4 que me pusieron
turbo a verga mas de lo que ya estaba. Luego vi una luz tenue que se acercaba lentamente a
mi, estaría muerto, llegando al paraíso de los ebrios de corazón, ahh ebrios de
corazón seres puros de todo pecado puesto que el que bebe se emborracha, el que se
emborracha se duerme, el que se duerme no peca, el que no peca se va al cielo y puesto que
al cielo vamos, bebamos, bebamos, bebamos; paraíso mejor que el terrenal puesto que de el
brotan lagos de cerveza y Calua. No se con detalles exactos que pasó pero caminaba hacia
la luz cuya intensidad incrementaba a cada paso que daba, tambaleante pero seguro de
querer llegar a ella, caminaba o gateaba una de dos, no recuerdo muy bien. Luego un sonido
como el de un perro a pleno llanto se escucho muy cerca y otro ebrio con una aura muy
obscura emitía un canto de guerra que motivo a todos los ebrios angelicales cercanos a la
luz, histórica batalla tomaría forma en ese lugar incandescente. Colapse como un bebé
vencido por el sueño. Solo recuerdo haber escuchado múltiples quejidos y gritos de
dolor, mi paraíso se había transformado en un infierno al cual yo sentía que no
pertenecía por la pureza que el alcohol causa en nuestras almas.
Cuando volví en mi estaba sentado a la orilla de la calle y mi hermano Luis (que es el negrito de la familia) estaba sacándome hasta a mi santa abuela (bueno no tan santa), por que los pinches enanitos que salieron de entre el piso habían sido unos putos pigmeos caníbales que se habían escapado de un mierdero circo extranjero cuyas atracciones especiales eran seres extraños de todo el planeta y que se querían comer a mi otro hermano Rodrigo que lo habían amarrado a un poste y le habían encendido una fogata (que era la puta luz que yo en mi divina talega miraba) bajo su delicados pies. El pobre tipo gritaba como perro asustado. Fue cuando Luis (el del aura obscura) les empezó a gritar al montón de bolos locos que invadían el lugar para que le fueran a quitar al vergo de hijos de puta chaparros de encima a Rodrigo, y que se arma la madriada de la década.
Yo fui el único que no le paso nada, la suerte del bolo o algo así. Desde ese día paso ebrio de sol a sol y me a ido super bien tanto en mi trabajo como en mis estudios, vida amorosa y familiar.
Gracias, muchas gracias.
J.J. Orellana